Juguemos a jugar.

Cuando yo era niña teníamos dos casas, el piso cerca del cole y la casa de los fines de semana en el mismo sitio donde vivo ahora. En el piso, que a mi no me gustaba porque representaba cole, horarios, rutina...teníamos televisión pero en la casa de los fines de semana no.La primera televisión que entró en casa debía tener yo unos 12 años y era en blanco y negro regalo de una vecina. A que viene todo esto? Pues que no había televisión, pero tenía perros, bicicletas, patines y amigos con los que jugar, por tanto al no poder perder tiempo con la tele tenía un montón de tiempo para jugar, para imaginar, para inventar...y nos lo pasábamos bomba, jugando a pilla-pilla, escondite, mato, saltando con el salta-pick. Salíamos a la calle y dibujábamos una casa enorme con tiza, con sus habitaciones, su cocina, su baño y podíamos estar horas jugando. A lo mejor había un momento que nos quedábamos como atascados, que no sabíamos que hacer y nos entraba el hastío, pero como no podíamos elegir el mirar la tele nos estrujábamos el cerebro y siempre acabábamos inventándonos algo. Ahora eso ya no lo veo, si, ves niños en bicicleta, pero no los ves jugar a nada y la mayoría están metidos en sus casas, con la tele o sus maquinitas en marcha, perdiéndose un montón de cosas interesantes fuera, en su jardín, en sus calles, en su pueblo. Perdiéndose esa época tan maravillosa, genial, despreocupada, feliz que es la infancia. Me gustaría trasmitirle todo eso a Laia, que prefiera estar fuera que en el sofá sentada, que sepa disfrutar de los juegos, que emplee la imaginación, y que tenga una infancia tan feliz como la mía.