lunes, 18 de noviembre de 2013

Susto tras susto.

 Nunca te he contado la historia de mis sangrados, sobretodo del primero que fue el que me asustó de verdad. Ya en la revisión de las 20 semanas, donde me dijeron que eras niña, también me dijeron que tenía placenta previa, aunque no le daban importancia y decían que subiría por si sola. No me explicaron más, ni me dijeron cosas que pudieran pasar. Pasaron las semanas y en la semana 26, un domingo por la mañana en la que tu padre trabajaba, me desperté con la sensación de que me estaba meando y que se me escapaba, es más, así como me levanté corriendo notaba como me salía el pipí y me resbalaba por las piernas. Te puedes imaginar el susto que me di cuando al bajar las braguitas vi que no era pipí, sino sangre pura, roja, muy roja. Me empezaron a temblar las piernas, estuve un rato sentada y luego me lavé. Fui al teléfono para llamar a tu padre y decirle que viniera para ir al hospital, me temía lo peor. Tu padre me dijo que me tumbara que iba para casa enseguida, me eché en la cama y empecé a acariciar la barriga, pidiéndote por favor que te movieras, que me dieras una señal de que estabas bien, pero nada, quieta como una estatua. Dos horas antes de levantarme te movías como una descosida y ahora te pedía que no me hicieras esto, que ya eras demasiado grande, que ya te había notado dentro de mi, que ya sabía que serías Laia, que te quería a ti y no a otro bebe, pero nada, ni un suspiro. Tu padre llegó enseguida, con cara de asustado pero manteniendo la calma, hasta entonces yo había guardado el tipo, sin llorar, pero fue verlo y estallé en llanto, me tranquilizó como sólo el sabe hacerlo y nos fuimos pitando al hospital. Allí fue todo muy rápido, me llevaron para arriba y me atendieron enseguida, no te puedes imaginar la tranquilidad que tuve cuando nos dijeron que estabas bien, que el sangrado provenía de la placenta, que ya no sangraba y que eso se me iría repitiendo hasta que pariese, que nos iríamos viendo con frecuencia , que reposo, tranquilidad y tal. Lo que más me impresionó de ese momento fue tu padre, el estuvo a mi lado todo el rato, tranquilizándome con la mirada, dándome la mano y cuando con la ecografía vieron que estabas bien y lo dijeron, oí una especie de bufido extraño y miré a tu padre, había estallado en llanto, estaba tan asustado como yo y estuvo aguantando el tipo todo el rato, hasta ese momento que se vino abajo, cuando supo que todo estaba bien. Después de eso nos distes muchos más sustos, pero no fueron igual porque ya sabíamos un poco lo que era y lo que había. Excepto el susto del 1 de agosto, que volvía a estar sola por la mañana y el sangrado no paraba, los anteriores duraban un ratito y ya, pero este no paraba, y seguía saliendo sangre y coágulos y me temía que moriría allí desangrada, hasta que fui a buscar el teléfono, llamé a tu abuela  y me llevaron al hospital en tropel tu tío Óscar, tu tía Xisca y la abuela, con toalla incluida que quedo empapada de sangre. Se pensaban que me tendrían que hacer una cesárea de urgencia, pero al final paró y tuvimos que esperar un poco más para verte la carita. Menos mal que solo fueron eso, sustos que contarte. 




2 comentarios:

  1. He pensado varios comentarios para poner despues de leer lo que has escrito y lo unico que pienso es que valio la pena pasar lo que pasaste ,para tener una niña tan especial.Enhorabuena!!!!!!!!!!!

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    1. Por Laia volvería a pasar eso mil veces, pero por ella, que es a la que conozco y quiero y adoro, por otro posible hijo que no conozco no.

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